Vivienda asequible
- Robb Ryerse
- 2 de junio
- 2 min read
Todo el mundo merece un hogar
En mi trabajo con una organización sin ánimo de lucro que ayuda a las personas sin hogar, he pasado tiempo con gente que lo ha perdido casi todo, pero que sigue aferrada a la esperanza. Me he sentado frente a personas que nunca imaginaron que se quedarían sin hogar. Y he visto cómo los acogían en viviendas seguras y estables donde por fin pueden empezar a curarse.
Lo que he aprendido es sencillo: la vivienda no es una recompensa. Es una base.
Me presento al Congreso porque creo que que todo el mundo merece un lugar seguro y asequible para vivir-no sólo los ricos, no sólo los afortunados, no sólo unos pocos.
Ahora mismo estamos en crisis inmobiliaria. Los alquileres se disparan. Los precios de la vivienda están fuera de nuestro alcance. Los salarios no acompañan. Y demasiadas familias están a un sueldo -o a una mala ruptura- de quedarse sin techo.
Esto es cierto en las grandes ciudades y en los pueblos pequeños. Es cierto en todo Arkansas. Y está empeorando.
Esto es lo que yo creo:
Debemos construir más viviendas asequibles-para familias trabajadoras, personas mayores y personas con discapacidad.
Debemos invertir en programas que prevengan la falta de viviendaincluyendo ayudas al alquiler y ayudas de emergencia.
Y tenemos que tratar la vivienda como la necesidad humana básica que esy no un bien de lujo o un tema de debate político.
La vivienda asequible no es sólo cuestión de edificios. Se trata de pertenencia. Se trata de dar a las familias un lugar donde echar raíces, a los niños un lugar donde hacer los deberes y a los vecinos la oportunidad de construir una verdadera comunidad.
Cuando la gente tiene una vivienda estable, todo lo demás resulta más fácil. La salud mejora. Aumenta la seguridad laboral. Los niños van mejor en la escuela. Y barrios enteros se vuelven más seguros y están mejor conectados.
Como pastor, he visto cómo la vivienda cambia vidas. He visto cómo la gente pasa del modo de supervivencia a la estabilidad, con sólo un pequeño lugar que puedan llamar suyo. También he visto lo desgarrador que es no satisfacer esa necesidad básica.
Y aquí está la cosa: esta crisis no es sólo acerca de las personas que viven en las calles. También afecta a las familias de clase media que no pueden comprar su primera vivienda. Es la madre soltera cuyo alquiler ha subido 400 dólares al mes. Es la pareja joven que se ve obligada a alejarse cada vez más del trabajo para poder permitirse un lugar donde vivir.
Necesitamos un plan mejor.
Eso significa trabajar con las ciudades para aumentar la oferta de vivienda de forma inteligente. Significa exigir responsabilidades a los grandes propietarios. Y significa asegurarse de que los programas federales lleguen realmente a las personas que más los necesitan.
La vivienda es un una cuestión familiar. Una cuestión de fe. Una cuestión económica. Pero, sobre todo, es una cuestión humana.
Todo el mundo merece la oportunidad de despertarse en un lugar seguro, estable y propio.
Construyamos un futuro en el que la vivienda no esté fuera de nuestro alcance, sino donde debe estar: en el corazón de toda comunidad fuerte.